La evaluación
de riesgos es el primer paso que la ley obliga a dar a las empresas para
llevar a cabo una política preventiva eficaz. Pero los inspectores y
auditores a menudo se encuentran con evaluaciones incompletas o que
contienen fallos de base, e incluso con empresas que ni siquiera han
realizado una evaluación. Éstos son los errores más frecuentes que cometen las compañías a la hora de realizar su evaluación de riesgos:
- Desaprovechar al trabajador como fuente de información de primera mano.
Las evaluaciones a menudo se centran en los criterios objetivos que
aporta el técnico en seguridad. Pero por sí sólo no es suficiente, ya
que debe tener presente además que la participación de los trabajadores
es un principio básico de la prevención de riesgos laborales que no
puede eludir (art. 12 de la Ley de Prevención de Riesgos Laborales,
LPRL).
- No analizar las particularidades de cada puesto.
Un alto porcentaje de los accidentes laborales se deben, en parte, a
que no había sido evaluado el riesgo específico que los originó. Por
ello, es necesario ir más allá de una evaluación de los riesgos
generales que entrañe su sector de actividad y adecuar la evaluación y
las medidas preventivas a las características de cada puesto de trabajo y
de cada empleado cuando éste pueda ser especialmente sensible a las
condiciones de su puesto, ya sea por sus características personales
(menores, inmigrantes que desconozcan el idioma, altura, peso, zurdo o
diestro, etc.) o su estado biológico (trabajadoras embarazadas o en
época de lactancia, trabajadores con discapacidad, etc.).
- No emplear un método sistemático. Los
riesgos para la seguridad y salud son el resultado de muchos aspectos
que deben estar controlados y evaluados: el estado de sus instalaciones,
los equipos de trabajo y la actividad que se lleva a cabo en la empresa
y en cada uno de los puestos, etc. Por este motivo, deben tenerse en
cuenta unos criterios para utilizar un método sistemático de evaluación y
aplicación de medidas: riesgos detectados, fuentes del daño,
responsables para la implantación y vigilancia de las medidas de
corrección y prevención, etc.
- No analizar los riesgos in situ.
De poco sirve realizar una evaluación de riesgos sentado en un despacho
sin desplazarse al centro de trabajo afectado, aunque se conozca el
lugar. El problema que puede suponer externalizar la realización de la
evaluación de riesgos es que los servicios ajenos a veces pueden tender a
simplificar la evaluación, en ocasiones incluso hasta el punto de no
realizar un trabajo de campo.
- Olvidar las enfermedades.
La evaluación de riesgos laborales a menudo se centra casi
exclusivamente en los accidentes, pero la evaluación tiene que
contemplar cada problema, incluidos los posibles peligros que puedan
causar una enfermedad, tanto a corto como a largo plazo: aspectos
ergonómicos y psicosociales, agentes físicos, químicos o biológicos,
etc. La evaluación de riesgos es un traje a medida que se debe adaptar a
cada empresa y a sus riesgos específicos asociados.
- No realizar un seguimiento.
Algunas empresas realizan una evaluación de riesgos inicial y después
no la actualizan. La evaluación de riesgos de su empresa debe quedar
siempre reflejada en un informe, que no es un documento estático, sino
que al menos debe revisarse cada vez que se produzcan circunstancias
como éstas: cambios de los equipos de trabajo o introducción de nuevas
tecnologías en un puesto de trabajo, cambios en las condiciones de
trabajo o incorporación de trabajadores especialmente sensibles a las
condiciones del puesto…
En definitiva,
una evaluación de riesgos de calidad que tenga en cuenta todos estos
aspectos será más eficaz y, además de cumplir con la ley (art. 16 de la
LPRL), su empresa podrá eliminar o minimizar más accidentes y daños a la
salud a la vez que mejora su productividad y rentabilidad. |
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